lunes, 7 de diciembre de 2009

ALFILERES DE COLORES


Como en la de la Edad de Bronce los niños de por aquí demostraban su valentía jugando a ser toreros en el patio de la casa o en la plaza más cercana. Rito de paso que se transmite por todo el arco mediterráneo y parte de Europa. Ese dios romano importado de Persia que toreaba en los circos a los uros indoeuropeos.

Relieve del dios Mitra matando al toro
La sangre de cazador sigue latiendo hasta nuestro tiempo pero ya convertida en arte. El animal y el hombre, el arcangel y la bestia, todo se resume en un círculo de vida y muerte a modo de re-presentación verdadera sin trampa ni cartón. Pobre uro que desapareció en mataderos sin la oportunidad de perpetuarse como especie valiente y brava.

domingo, 11 de octubre de 2009

Jonh William Waterhouse

Flores en el viento. John William Waterhouse. 1903

…Boreas, apasionado, habló enojado,
y habiendo hablado, sacudió sus terribles alas,
lejos, el mar tembloroso se agitó,
y en la gran superficie de la tierra distante,
con sus polvorientas alas colinas trazó,
y humildes valles barrió, pues voló.
Entonces, con sus amarillas alas,
A la doncella abrazó…

Ovidio. Las metamorfosis.

domingo, 13 de septiembre de 2009

LUZ, AIRE Y AGUA

Compluvium e impluvium

La abertura en el centro del tejado era llamado en la casa romana compluvium. El agujero que servía en un principio para dar salida al humo en las cabañas etruscas se utilizó más tarde para dar a la casa, luz, aire y agua, el agua de la lluvia que discurría por las cuatro vertientes del techo inclinadas hacia dentro y se recogía en el impluvium, la taza rectangular rehundida en el centro de la solería del atrío (patio). Junto al impluvium se encuentra a menudo un puteal, el brocal de un pozo que recordaba al antiguo recipiente del agua doméstica, y junto a él, el cartibulum, la mesa de mármol en que se comía.

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sábado, 5 de septiembre de 2009

ELEMENTO AGUA

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Dos moléculas de hidrógeno (Del griego, HYDOOR, agua y GENÁOO, engendrar) y una de oxígeno (Del griego, OXYS, ácido, y GENÁOO, engendrar). Tres formas no visibles al ojo humano y sin embargo tan necesarias para su existencia. Estos tres volúmenes juegan libres a un ars combinatoria conservando todas sus propiedades para formar el agua (Del latín, AQUA). Ésta es líquida, incolora y verde en grandes masas, que refracta la luz, disuelve muchas sustancias, se solidifica por el frío, se evapora por el calor y, más o menos pura, forma la lluvia, las fuentes, los ríos y los mares.

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El agua puede activar, cromatizar, energetizar, dinamizar, magnetizar, ionizar, polarizar, oxigenar,
ozonizar, sonorizar, etc.

jueves, 27 de agosto de 2009

ESPACIO ABIERTO A LA LUZ

Un patio es una estructura arquitectónica integradora que consiste en un vacío interior que ordena y estructura un edificio. La estructura de los patios ha servido para edificios con muchos usos desde los recintos cerrados (temenos), de los templos del mundo clásico, a los mercados, colegios, conventos y cárceles. Es una estructura muy flexible y útil que puede dar respuesta a muchas necesidades funcionales.

La gente que conoce algo de historia antigua suele identificar las primeras casas con patio con las casas griegas. Sin embargo, la tipología de la casa griega responde a un modelo cuyos orígenes están fuera del ámbito mediterráneo.

Su origen está en el agujero chimenea de antiguas cabañas o chozas primitivas por donde salía el humo del hogar cocina y la ventilación de la casa. Con el tiempo esta abertura se ensanchó permitiendo la entrada de la luz al interior, ventilación y agua.

En los restos de los asentamientos semitrogloditas hallados en Túnez se percibe aún el espacio organizado alrededor de una especie de patio que luego será atrio.

Este tipo de casa-patio tuvo sus orígenes en la zona de Mesopotamia durante el desarrollo de la civilización sumeria. Tiene como núcleo central un espacio abierto alrededor del cual se dispone el conjunto de las habitaciones principales y secundarias que componen la casa.

Empezaremos con al evolución de los patios desde el año 6.000 a.C. con las casas de la ciudad de Jericó edificaciones rectangulares y de la ciudad turca de Çatal Üyúc. Haremos referencia a las distintas culturas donde se encuentran los primeros ejemplos de casas patio.

En Egipto se establece un tipo de casa con sala central de ventanas altas para defenderse del calor, sin la existencia de patio, la creación de jardines acotados propicia el nacimiento del peristilo (patio).

En la ciudades sumerias, se encuentran muy pronto viviendas con patio totalmente desarrollado. Estos primeros patios permiten disponer el fuego en ellos y situar los almacenes y lugares de dormir en su perímetro. Esto demuestra que la sociedad se ha organizado por familias.


El tipo de casa-patio sumerio se difundirá a lo largo del Creciente Fértil y por la Península de Anatolia, y de aquí se introducirá en la Cultura Mediterránea y especialmente en la Civilización Griega.

Los primeros precedentes de la casa-patio en el Mundo Griego se remontan a época Egea y así tiene sus ejemplos en las Culturas Minoica y Micénica.

La novedad que presenta la casa griega además es que el patio está porticado por columnas de piedra que rodean los tres o cuatro frentes que lo componen. A este tipo de patio se le denomina patio de peristilo.



Peristylium, el peristilo viene del mundo helenístico, de la stoa o de los pórticos que rodeaban los mercados o las avenidas de las prósperas ciudades helenísticas. Es un recinto cerrado rodeado de pórtico que encierra en su interior un jardín, una palestra o forma el temenos de un templo a modo de plaza.

Para Marco Lucio Vitruvio el atrio se entiende como un espacio privado en cuanto a titularidad pero público respecto a su uso, no reservado exclusivamente al servicio de la unidad familiar, sino a la vida social del hogar.

La casa se articula por medio de un juego de luces y sombras: vestíbulo (cerrado), atrium (abierto), tablinium (cerrado) y peristilo (abierto)

Así lo indica en su Diez Libros de Arquitectura en el capítulo 6, 5, 1 “los vestíbulos y los patios que, bajo la apariencia de atrios, peristilos o simples áreas descubiertas, centralizan y ordenan las plantas de las viviendas, constituyen los sectores a priori públicos, por ser zona de tránsito para los participantes en las actividades sociales de la unidad familiar”, sobre todo la Salutatio pero también, llegado el caso, podrían enmarcan importantes reuniones de trascendencia política y hasta representaciones teatrales o musicales.

Las casas más antiguas de Pompeya que consistían en diversas habitaciones agrupadas de forma axial o simétricamente en torno a un espacio central, éste es, obviamente, lo que Vitruvio describe como atrio.


El patio es un territorio situado a medio camino entre la calle y la casa, un ámbito de relación y comunicación con el vecindario y un elemento clave en la distribución de la actividad doméstica.
Estos domus estaban situados debido a su amplias dimensiones. El patio es el centro de la casa, adornado frecuentemente con jardín, estanques y juegos de agua. Los mosaicos los enriquecen, pasando a tener figuras de lujosa policromía.

La densidad de población obligo a crear otro tipo de vivienda llamada ínsula edificio con patio o patios centrales de hasta ocho plantas de altura con bajos comerciales abovedados y una serie apartamentos con cocina o sin ella.

Los musulmanes en su expansión vertiginosa en el siglo VII se extendieron por las ruinas del mundo antiguo tanto oriental como occidental. Aportaron a los jardines el concepto de oasis y una imaginación especialmente fértil. En España establecieron una importante cultura durante siete siglos teniendo como capital inicial a Córdoba. Aunque, hay que reseñar, que la mayoría de los elementos empleados estaban presentes en el mundo romano, los musulmanes españoles consiguieron desarrollar algunas tendencias hasta crear tipos nuevos. Entre sus aportaciones cabe señalar la doble galería enfrentada, las qubas o quioscos en los jardines, los andenes elevados etc.

Patio con aire islámico

Después de la conquista de Córdoba por Fernando III en el siglo XIII los cristianos ocupan la ciudad y habitan algunas de las mejores casas que encuentran. De igual modo, reúnen algunas otras pequeñas para formar grandes casas solariegas. El estilo gótico que podrían traer los cristianos se mezcla con lo mudéjar y en el siglo XIV muchas de las grandes casas de la ciudad poco se diferenciaron de las granadinas, es a partir de los Reyes Católicos cuando se estiman de nuevo los estilos europeos y a finales del XV se introducen patrones italianos.

Casa solariega del siglo XV y rehabilitada en el siglo XIX. Calle Judios

A partir del siglo XVI la aristocracia asume el cambio de estilo que viene de Italia aunque conserva la estructura de sus antiguos palacios. Los patios de estas grandes casas son de tres tipos: el patio de recibo, el patio central representativo y el jardín. El primero es llamado en los conventos "el compás" y hace las veces de patio de entrada donde se apea el visitante. Desde ese patio, donde se encuentran las cuadras y cocheras, se puede acceder a la casa de verano en planta baja y a la de invierno en planta alta.
La vivienda sigue teniendo un patio como centro de la estancia, con el tiempo este patio se monumentaliza y recoge una arquitectura más representativa y clásica. Son muchas las grandes casas que aun conservan esta estructura, sin duda el ejemplo cordobés por excelencia lo ofrece el conjunto del palacio de Viana, igualmente podemos mencionar el formado por las casa propiedad del señor Nahmias que es extraordinario no solo por lo que conserva de antiguo sino también por lo construido en este siglo. Una de las casa más antiguas que conserva su estructura es la que fue casa solariega de los Páez de Castillejo hoy Museo Arqueológico, similar es la casa de los Muñices en la calle del mismo nombre reutilizada como colegio de enseñanza. Otro conjunto interesante es el formado por la casa solariega de los Hoces y de los Guzmanes en la calle Sánchez de feria donde hoy se sitúa el Archivo Municipal.

Patio del Museo arqueológico y etnológico de Córdoba

Es a partir del siglo XVIII cuando aparecen viviendas de clase media reflejo menor de las anteriores. Ya en el siglo XIX la burguesía abierta a influencias exteriores adorna su casa concentrando su ornato en patios que se exhiben desde la calle. Los modestos empedrados se cambian por mármol y las fuentes adosadas a la pared por surtidores centrales. Se cierran las galerías para hacer confortables las plantas altas que se viven durante todo el año. La transformación es modernizadora pero el patio sigue siendo lugar de estancia y recibo.
De esta categoría hay una extensa variedad de patios, su arquitectura va desde el barroco hasta un eclecticismo actual. Todas estas casas tienen un patio central que es el corazón de la casa y su principal habitación, donde sigue existiendo fuente o surtidor, vegetación de arriates o macetas. Las puertas del portal se han sustituido por cancelas que permite la entrada de aire fresco de la calle para regular en verano la temperatura y poder mostrar la arquitectura de sus patios cuidados.

Muchas de las casas antiguas se reutilizaron como casa de vecinos cuando los habitantes de los pueblos emigraron a la capital en busca de mejores perspectivas de trabajo. Esta población se alojo en las casa desocupadas alquilando habitaciones y compartiendo los servicios de baño, cocina o pila de lavar.

La tradición de patio en la vivienda unifamiliar entre medianerías en el casco urbano histórico se ha mantenido porque es la mejor forma de edificar una parcela estrecha con fachada a la calle reducida. La dificultad viene cuando la parcela es demasiado grande para una vivienda única y debe dividirse en varias unidades. La solución viene condicionada a respetar unos porcentajes de suelo libre, patios, suficientemente amplios para que las viviendas que se iluminan a través de ellas sean confortables.

Hay dos tipos, el que recuerda a las domus romanas que organizaban las distintas estancias en torno a un patio central con un aljibe para recoger el agua de lluvia. Y el patio musulmán, más íntimo, que se aparta de la vista. Su singularidad es la presencia del agua que prolonga en un ambiente urbano la vinculación del hombre con la tierra, es una utilización de las añoradas huertas donde el agua asegura la vida de los frutos, ahora flores, incorporando plantas útiles como albahaca, hierbabuena, naranjos y limoneros, que, además de su uso culinario perfumaban el ambiente. Curiosamente esta tradición se conservó en los huertos de los conventos.
En esta multiplicidad tipológica y funcional creemos necesario partir del artículo que ya en los primeros años del siglo XX escribiera Ricardo Montis, el mejor cronista de la ciudad, en sus Notas cordobesas, por ser en sus páginas donde mejor ha sido captada la realidad y variedad de espacios que el término “patio cordobés” encierra y porque ellas han servido de pauta a cuantos escritores han querido acercarse posteriormente de una manera u otra al asunto que nos ocupa:
Los antiguos patios de Córdoba, como las calles, como las plazas, tenían un sello especial, característico que los distinguía de los de todas las demás poblaciones.
Había dos clases de patios, unos que pudiéramos denominar aristocráticos y otros populares.
Los primeros tenían honores de jardín y los segundos se asemejaban mucho a nuestros huertos incomparables.

Los patios aristocráticos, grandes, de forma regular, con pavimento de menudas piedras, tenían cubiertos sus muros por naranjos y limoneros cuidadosamente enjardinados; hermosos rosales de olor embalsamaban el ambiente con suaves perfumes; lo poyos que limitaban los arriates estaban llenos de macetas y claveles y al pie de aquéllos se extendía otra larga fila de macetas con frondosas varas de nardos.
En el centro, rodeada de plátanos, aparecía la fuente, cuyo surtidor entonaba, sin cesar, la canturía del sueño, lenta, monótona.
Limitaba al patio por su frente y casi siempre por uno de sus lados, una amplia galería con arcos severos que le daban el aspecto de claustro conventual.
De los arcos, sostenidos por esbeltas columnas, pendían caprichosas jardineras con plantas colgantes y jaulas polícromas en que los canarios hacían coro a la canción de la fuente.
Al pie de las columnas veíanse artísticos jarrones con pitas, cardos o palmas reales.
Rocíos cortinones azules o grandes persianas verdes cubrían los arcos, durante el verano, dejando la galería en una agradable penumbra que convidaba al reposo.
En las horas de siesta, el transeúnte, al pasar ante las casas que tenían estos patios, sentirse envuelto en una oleada de frescura impregnada de perfumes, que le mitigaba la fatiga producida por el calor.
Aquello era algo así como el oasis porque suspira el caminante cuando cruza el desierto.

La pereza andaluza o la siesta. Julio Romero de Torres

Las paredes de los patios populares, de los patios-huertos, estaban cubiertos por jazmines, madreselvas, rosales de pasión, celestinas y aromos; el pozo se hallaba semioculto por la hiedra; malvarosas y enredaderas enroscábanse a los recios palos de castaño pintados de color azul que hacían las veces de columnas; alrededor de los muros, en los arriates, se mezclaban las celindas con las damas de noche, las varas de azucena con los juncos, las dalias con los tulipanes, las llagas de Cristo con los copetes, los pensamientos con las violetas, los lirios con las siemprevivas.
Delante de los arriates extendíanse los macetones con aureolas, boneteros, bojes y trompetas.
Siempre había un rincón destinado a las plantas medicinales, la hierbabuena, el toronjil, la manzanilla y la uña de león, unidas con otras plantas olorosas como el sándalo y el almoraduz.
En el centro se elevaba el macetero, esbelto y gallardo, semejando un artístico ramo de flores de colosales dimensiones, en que parecía que estaban unidos todos los colores y todos los perfumes de la flora universal.
Le servían de zócalo diminutas macetas de albahaca, primorosamente recortada en forma esférica y en los distintos cuerpos del armazón de madera de aquella primorosa pirámide se agrupaban los alhelíes, las espuelas, los corales, la verbena, los agapantos, el heliotropo, los geranios, los miramelindos, la flor los de la sardina, los borlones, los jacintos y las marimoñas.
En el rincón menos cuidado crecían los típicos dompedros que entonces también se criaban espontáneamente en muchas plazas y callejas.
En los trozos de la pared que no estaban cubiertos por el verde tapiz de pasionarias, jazmines y madreselvas se veían, a guisa de jardineras, pendientes de un asa de alambre o cordelillo, viejas y desportilladas jarras llenas de plantas de claveles.
Parte de algunos de estos patios se hallaban resguardadas de los ardientes rayos de sol, no por un toldo sino por un palio esmeraldino, el emparrado, del que colgaban, como lámparas de oro, grandes racimos de olorosas uvas.
Durante las horas de la siesta las mujeres trasladaban a las habitaciones las macetas de albahaca para aspirar su fresco aroma.
Al atardecer las mozas se dedicaban a coger las cabezuelas del jazmín para hacer los ramos que habían de lucir entre el cabello y a regar las plantas, mustias a consecuencia del calor, para que volviesen a adquirir su lozanía.
Con la manzanilla de estos patios huertos se adornaba la poética Cruz de Mayo; con los lirios el clásico altar cordobés del Jueves Santo, con las rosas el blanco ataúd de la niña muerta.
Para curar los desarreglos del aparato digestivo recurrían a la hierbaluisa en infusión; sobre las heridas se aplicaba la uña de león como remedio infalible.
El pueblo celebraba en sus patios incomparables los acontecimientos de familia: el bautizo, el otorgo, el casamiento y en ellos se verificaban las caracoladas y las sangrías, fiestas genuinamente andaluzas, llenas de encantos, que van desapareciendo, como todo lo tradicional y típico.
Y en los tiempos, ya lejanos y felices, en que encontrábamos dentro del hogar los goces que hoy buscamos fuera de él, durante las noches de estío, en los patios bañados por la luna se congregaban las familias para descansar del trabajo del día y disfrutar de los encantos de esos pequeños e incomparables vergeles del suelo cordobés.

ARQUI-TEXTURAS

Una cuadrícula para recibir la luz desde ese pedazo de cielo que la define. Un patio que concretiza textos, arquitecturas, recursos iconográficos y simbólicos a modo de museo abierto