En las ciudades se aglutinan el mayor número posible de viviendas en el menor espacio, lo que se traduce a menudo en bloques de apartamentos muy altos y calles con casas adosadas muy juntas, donde el espacio en que deberían emplazarse los jardines ha quedado reducido a pequeños patios delanteros, balcones o terrazas.
Cuanto más hacinados vivimos, mayor es nuestro deseo de tener un espacio propio para respirar y seguir en contacto, aun de forma modesta, con la naturaleza. Cultivar plantas satisface una aspiración humana y básica e instintiva, y puede liberarnos del estrés y proporcionarnos un oasis de calma y consuelo en nuestras ajetreadas vidas.
El placer de cultivar está al alcance de cualquiera que lo desee, por muy reducidos que sea el espacio de que dispone. Hasta los aspirantes a jardineros que han elegido vivir en apartamentos de grandes edificios, sin zona ajardinada, podemos tener jardineras en las ventanas o colgar cestos y macetas en las paredes y de ese modo cambiar por completo sus vistas. Las paredes de la casa y las vallas de separación pueden ser el soporte de prolíficas trepadoras, y existe tal variedad de contenedores disponibles que cualquier sendero, atrio, escalón, porche, balcón, terraza o patio se puede convertir en un oasis de verdor.
El primer paso a la hora de crear un pequeño jardín en nuestro hogar es tener en cuenta las diferentes posibilidades que nos brinda el espacio elegido, aunque tampoco deben olvidarse muchos otros factores que entran en juego, siendo los principales la diferente climatología a lo largo de las estaciones del año; la orientación, que determina la mayor o menor exposición al sol y en consecuencia la temperatura; la protección ofrecida por la arquitectura del edificio; e incluso el tiempo del que disponemos para el cuidado de las plantas. Sin embargo, aun cuando evaluar todos es es fundamental para conseguir un bello repertorio de ejemplares, también hay que considerar el hecho de que algunos condicionamientos que podemos encontrarnos permiten ser atenuados.