viernes, 2 de octubre de 2015

Crear un pequeño jardín


Vivimos en un mundo muy poblado. A medida que la población aumenta, nuestro estilo de vida cambia. Aunque el comercio y la industria han ido relevando a la agricultura,a  muchos de nosotros todavía nos gusta ver crecer las plantas que hemos plantado. El hecho de haber elegido las ventajas de vivir en una ciudad o en una urbanización no implica que debamos perder ese deseo de ver crecer las plantas. No existe razón alguna para que no podamos combinar ambas cosas y disfrutar al mismo tiempo de un entorno agradable.
En las ciudades se aglutinan el mayor número posible de viviendas en el menor espacio, lo que se traduce a menudo en bloques de apartamentos muy altos y calles con casas adosadas muy juntas, donde el espacio en que deberían emplazarse los jardines ha quedado reducido a pequeños patios delanteros, balcones o terrazas.
Cuanto más hacinados vivimos, mayor es nuestro deseo de tener un espacio propio para respirar y seguir en contacto, aun de forma modesta, con la naturaleza. Cultivar plantas satisface una aspiración humana y básica e instintiva, y puede liberarnos del estrés y proporcionarnos un oasis de calma y consuelo en nuestras ajetreadas vidas.


El placer de cultivar está al alcance de cualquiera que lo desee, por muy reducidos que sea el espacio de que dispone. Hasta los aspirantes a jardineros que han elegido vivir en apartamentos de grandes edificios, sin zona ajardinada, podemos tener jardineras en las ventanas o colgar cestos y macetas en las paredes y de ese modo cambiar por completo sus vistas. Las paredes de la casa y las vallas de separación pueden ser el soporte de prolíficas trepadoras, y existe tal variedad de contenedores disponibles que cualquier sendero, atrio, escalón, porche, balcón, terraza o patio se puede convertir en un oasis de verdor.

El primer paso a la hora de crear un pequeño jardín en nuestro hogar es tener en cuenta las diferentes posibilidades que nos brinda el espacio elegido, aunque tampoco deben olvidarse muchos otros factores que entran en juego, siendo los principales la diferente climatología a lo largo de las estaciones del año; la orientación, que determina la mayor o menor exposición al sol y en consecuencia la temperatura; la protección ofrecida por la arquitectura del edificio; e incluso el tiempo del que disponemos para el cuidado de las plantas. Sin embargo, aun cuando evaluar todos es es fundamental para conseguir un bello repertorio de ejemplares, también hay que considerar el hecho de que algunos condicionamientos que podemos encontrarnos permiten ser atenuados.

Así, si la fuerza del sol resulta excesiva en una terraza, siempre es posible moderarla mediante toldos o sombrillas, e incluso emplear especies resistentes a sus rayos, mientras que en un mirador la solución pasa por colocar unas persianas. Y si no se dispone de demasiado tiempo para regar, existen sistemas de riego automático permanente que suponen una excelente solución, ideal asimismo en los períodos vacacionales. Aun tratándose de un terreno delicado, se debe recordar que a menudo las plantas presentan una capacidad de adaptación asombrosa. De esta manera, con un adecuado asesoramiento es posible ir aclimatando poco a poco algunos ejemplares a ubicaciones que en principio pudiera pensarse que no resultan tan favorables; sin contar con que a menudo las plantas adquiridas en viveros suelen venir con un cierto grado de adaptación a las condiciones locales.
Los pequeños rincones situados en el entorno de nuestra vivienda ofrecen ambientes cargados de personalidad en los que las plantas pueden ocupar un lugar de relevancia. Los patios se convierten así, más que en un espacio exterior, en una continuidad del hogar, donde es fácil encontrar todo tipo de estímulos para los sentidos.



Las necesidades, los gustos y las aficiones de cada persona quedan inevitablemente plasmados en todos y cada uno de los elementos, tanto vegetales como decorativos, con los que llena los espacios ajardinados. Se trata de lugares en cuyo acondicionamiento ponemos el máximo empeño y dedicación, pues no en vano son la parte de la vivienda que, al menos visualmente, y en muchas ocasiones como espacio de recreo y sala de estar al aire libre, más llegamos a disfrutar. Las plantas proporcionan vitalidad a las construcciones y un punto de naturalidad a los elementos artificiales, a la vez que incorporan colorido y dinamismo con sus flores y frutos, alcanzando incluso a ofrecer singulares sorpresas con tonalidad de la corteza de los tallos y el cambio de colorido de las hojas a lo largo de su ciclo vital. Con tan variado conjunto de características, los lugares poco vistosos desde el punto de vista cromático dejarán de parecerlo, sin olvidar que la vegetación, aunque desempeñe una función ornamental, también resulta saludable, ya que aporta oxígeno y frescor, sobre todo en grandes ciudades en las que existen pocos espacios verdes en los que disfrutar de algo de naturaleza. Para completar a las especies vegetales se encuentran disponibles numerosos elementos y objetos decorativos que ayudan a incrementar y realzar los rasgos diferenciales de las plantas, embelleciendo y mejorando al tiempo la estética del lugar. Cualquier elección puede darse por buena siempre que contribuya de forma positiva a favorecer y mejorar el aspecto del patio, una zona tan próxima al interior de la vivienda.


domingo, 28 de diciembre de 2014

LA VIDA VEGETAL HACIA LA LUZ

Las pruebas de inteligencia que nos dan las plantas son innumerables, continuas, sobre todo las flores, en las que se concentra el esfuerzo de la vida vegetal hacia la luz. Todas se aplican al cumplimiento de su obra; todas tienen la magnífica ambición de invadir y conquistar la superficie del globo multiplicando en él hasta el infinito la forma de existencia que representan. Para llegar a ese fin, tienen que vencer, a causa de la ley que las encadena al suelo, dificultades mucho mayores que las que se oponen a la multiplicación de los animales. Así es que la mayor parte de ellas recurren a astucias y combinaciones, a asechanzas que, en punto a balística, aviación y observación de los insectos, por ejemplo, precedieron con frecuencia a las invenciones y a los conocimientos del hombre. 
El mundo vegetal que vemos tan tranquilo, tan resignado, en que todo parece aceptación, silencio, obediencia, recogimiento, es por el contrario aquel en que la rebelión contra el destino es la más vehemente y la más obstinada. El órgano esencial, el órgano nutricio de la planta, su raíz, la sujeta indisolublemente al suelo. Si es difícil descubrir, entre la grandes leyes que nos agobian, la que más pesa sobre nuestros hombros, respecto a la planta no hay duda: es la que la condena a la inmovilidad desde que nace hasta que muere. Así es que sabe mejor que nosotros, que dispersamos nuestros esfuerzos, contra qué rebelarse ante todo. Y la energía de su idea fija, que sube de las tinieblas de sus raíces para organizarse y manifestarse en la luz de su flor, es un espectáculo incomparable. Tiende toda entera a un mismo fin: escapar por arriba a la fatalidad de abajo; eludir, quebrantar la pesada y sombría ley, liberarse, romper lo más lejos posible, vencer el espacio en que el destino la encierra, acercarse a otro reino, penetrar en un mundo movimiento y animado. ¿No es tan sorprendente que lo consiga, como si nosotros lográsemos vivir fuera del tiempo que otro destino nos señala, o introducirnos en un universo eximido de las leyes más pesadas de la materia?.
Esa necesidad de movimiento, ese apetito de espacio, en la mayor parte de las plantas, se manifiesta a la vez en la flor y en el fruto. Se explica fácilmente en el fruto; o, en todo caso, no revela en él más que una experiencia, un previsión menos compleja. Al revés de lo que sucede en el reino animal, y a causa de la terrible ley de inmovilidad absoluta, el primero y el peor enemigo de la semilla es el tronco paterno. Nos encontramos en un mundo extraño, en que los padres, incapaces de cambiar de sitio, saben que están condenados a matar de hambre o a ahogar a sus vástagos. Toda semilla que cae al pie del árbol o de la planta es perdida o germinará en la miseria. De ahí el inmenso esfuerzo para sacudir el yugo y conquistar el espacio. De ahí los maravillosos sistemas de diseminación, de propulsión, de aviación, que en todas partes encontramos en cualquier ecosistema vegetal.


jueves, 4 de febrero de 2010

LA INTELIGENCIA DE LAS FLORES (VIII)

Vallisneria gigantea

No podemos dejar las plantas acuáticas sin recordar brevemente la vida de la más romántica de ellas: la legendaria vallisneria, una hidrocarídea cuyas bodas forman el episodio más trágico de la historia amorosa de las flores.
La vallisneria es una hierba bastante insignificante que no tiene nada de la gracia extraña del nenúfar o de ciertas cabelleras submarinas. Pero se diría que la naturaleza se ha complacido en poner en ella una hermosa idea. Toda la existencia de la pequeña planta transcurre en el fondo del agua, en una especie de semisueño, hasta la hora nupcial en que aspira a una vida nueva. Entonces la flor hembra desarrolla lentamente la larga espiral de su pedúnculo, sube, emerge, domina y se abre en la superficie del estanque. De un tronco vecino, las flores masculinas que la vislumbran a través del agua iluminada por el sol se elevan a su vez, llenas de esperanza, hacia la que balancea, las espera y las llama en un mundo mágico. Pero a medio camino se sienten bruscamente retenidas; su tallo, manantial de su vida, es demasiado corto; no alcanzarán jamás la mansión de luz, la única en que pueda realizarse la unión de los estambres y del pistilo.

¿Hay en la naturaleza una inadvertencia o prueba más cruel? ¡Imaginaos el drama de ese deseo, lo inaccesible que se toca, la fatalidad transparente, lo imposible sin obstáculo visible!...

Sería insoluble como nuestro propio drama en esta tierra; pero interviene un elemento inesperado. ¿Tenían los machos el presentimiento de su decepción? Lo cierto es que han encerrado en su corazón una burbuja de aire, como se encierra en el alma un pensamiento de liberación desesperada. Diríase que vacilan un instante; luego, con un esfuerzo magnífico -el más sobrenatural que yo sepa en los fastos de los insectos y de las flores-, para elevarse hasta la felicidad, rompen deliberadamente el lazo que los une a la existencia. Se arrancan de su pedúnculo, y con un incomparable impulso, entre perlas de alegría, sus pétalos van a romper la superficie del agua. Heridos de muerte, pero radiantes y libres, flotan un momento al lado de sus indolentes prometidas; se verifica la unión, después de lo cual los sacrificios van a perecer a merced de la corriente, mientras que la esposa ya madre cierra su corola en que vive su último soplo, arrolla su espiral y vuelve a bajar a las profundidades para madurar en ellas el fruto del beso heroico.


El beso, detalle, 1907–1908. Cuadro más conocido del pintor. Óleo/lienzo. Österreichische Galerie Belvedere.

¿Hemos de empañar este hermoso cuadro, rigurosamente exacto pero visto por el lado de la luz, mirándolo igualmente por el lado de la sombra? ¿Por qué no? A veces hay por el lado de la sombra verdades tan interesantes como por el lado de la luz. Esa deliciosa tragedia no es perfecta sino cuando se considera la inteligencia y las aspiraciones de la especie. Pero si se observa a los individuos, se les verá a menudo agitarse torpemente y en contrasentido en ese plan ideal. Ora las flores masculinas subirán a la superficie cuando todavía no hay flores pistiladas en la vecindad. Ora cuando el agua baja les permitiría unirse cómodamente a us compañeras, no por eso dejarán de romper maquinal e inútilmente su tallo. Observamos aquí una vez más que todo el genio reside en la especie, la vida o la naturaleza; y que el individuo es más o menos estúpido. Sólo en el hombre hay emulación real entre las dos inteligencias, tendencia cada vez más precisa, cada vez más activa a una especie de equilibrio que es el gran secreto de nuestro porvenir.

Maurice Maeterlinck.-

lunes, 7 de diciembre de 2009

ALFILERES DE COLORES


Como en la de la Edad de Bronce los niños de por aquí demostraban su valentía jugando a ser toreros en el patio de la casa o en la plaza más cercana. Rito de paso que se transmite por todo el arco mediterráneo y parte de Europa. Ese dios romano importado de Persia que toreaba en los circos a los uros indoeuropeos.

Relieve del dios Mitra matando al toro
La sangre de cazador sigue latiendo hasta nuestro tiempo pero ya convertida en arte. El animal y el hombre, el arcangel y la bestia, todo se resume en un círculo de vida y muerte a modo de re-presentación verdadera sin trampa ni cartón. Pobre uro que desapareció en mataderos sin la oportunidad de perpetuarse como especie valiente y brava.

domingo, 11 de octubre de 2009

Jonh William Waterhouse

Flores en el viento. John William Waterhouse. 1903

…Boreas, apasionado, habló enojado,
y habiendo hablado, sacudió sus terribles alas,
lejos, el mar tembloroso se agitó,
y en la gran superficie de la tierra distante,
con sus polvorientas alas colinas trazó,
y humildes valles barrió, pues voló.
Entonces, con sus amarillas alas,
A la doncella abrazó…

Ovidio. Las metamorfosis.

domingo, 13 de septiembre de 2009

LUZ, AIRE Y AGUA

Compluvium e impluvium

La abertura en el centro del tejado era llamado en la casa romana compluvium. El agujero que servía en un principio para dar salida al humo en las cabañas etruscas se utilizó más tarde para dar a la casa, luz, aire y agua, el agua de la lluvia que discurría por las cuatro vertientes del techo inclinadas hacia dentro y se recogía en el impluvium, la taza rectangular rehundida en el centro de la solería del atrío (patio). Junto al impluvium se encuentra a menudo un puteal, el brocal de un pozo que recordaba al antiguo recipiente del agua doméstica, y junto a él, el cartibulum, la mesa de mármol en que se comía.

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sábado, 5 de septiembre de 2009

ELEMENTO AGUA

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Dos moléculas de hidrógeno (Del griego, HYDOOR, agua y GENÁOO, engendrar) y una de oxígeno (Del griego, OXYS, ácido, y GENÁOO, engendrar). Tres formas no visibles al ojo humano y sin embargo tan necesarias para su existencia. Estos tres volúmenes juegan libres a un ars combinatoria conservando todas sus propiedades para formar el agua (Del latín, AQUA). Ésta es líquida, incolora y verde en grandes masas, que refracta la luz, disuelve muchas sustancias, se solidifica por el frío, se evapora por el calor y, más o menos pura, forma la lluvia, las fuentes, los ríos y los mares.

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El agua puede activar, cromatizar, energetizar, dinamizar, magnetizar, ionizar, polarizar, oxigenar,
ozonizar, sonorizar, etc.

ARQUI-TEXTURAS

Una cuadrícula para recibir la luz desde ese pedazo de cielo que la define. Un patio que concretiza textos, arquitecturas, recursos iconográficos y simbólicos a modo de museo abierto